Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el
Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo
os he dicho.
"Y
todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado
en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardaréis
mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté
con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede
recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis, porque mora
con vosotros. No os dejaré huérfanos: volveré a vosotros." (Jn 14,
13- 18)
"El que tiene mis mandamientos y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le
amaré y me manifestaré a él.» Le dice Judas - no el Iscariote -: «Señor, ¿qué
pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?» Jesús le
respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis
palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha
enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os
recordará todo lo que yo os he dicho." (Jn 14,21- 26)
Orad
en el nombre de Jesús pide que Jesús habite por la fe en nuestros corazones (Ef
3, 17) para que seamos casitas de Dios. Cuando Jesús vive en nosotros lo hace
por la presencia del espíritu de Jesús resucitado que realiza la “Obra del
Padre que Cristo realizó en la historia y que ahora el Espíritu Santo actualiza
en nuestra vida. La Obra del Espíritu Santo es que creamos en Jesús para que nos
salvemos. Creer en Jesús es confiar en él, obedecerlo, amarlo y pertenecerle.
Por eso el Padre nos escucha por que amamos a su Hijo, sin fe nada le es grato
a Dios (Hb 11, 6) Pero si estamos en comunión con Jesús, entonces podemos dar
mucho fruto. Tenemos un Maestro interior que nos enseña desde dentro y ora en
nuestro interior (Rm 8, 26) Nos enseña, nos transforma y nos guía, todo esto
desde dentro (Rm 12, 2; 8, 14) Todos, entre nosotros somos condiscípulos, unos
entre otros, uno es el guía y el maestro, Cristo Jesús (Mt 23, 9s)
El
único Maestro nos enseña el arte de Amar: El que tiene mis mandamientos y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le
amaré y me manifestaré a él.” «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.” Quién ama a Jesús ese
es el que lo conoce, es el que está en la verdad, por eso guarda sus
Mandamientos. Conocer con el corazón y no con la cabeza, es decir con la mente.
Hay que bajar nuestros conocimientos de la cabeza al corazón para poder amar a
Jesús con toda verdad y no de labios para fuera. Nuestras oraciones sin amor
serían vacías, estarían como la fe sin obras, muerta y vacía (Snt 2, 14) Las
oraciones corporales y mentales son buenas y válidas si vienen del corazón, y
que sean íntimas, cálidas y extensas.
El
primer Paráclito viene y realiza su Obra muriendo y resucitando, el otro
Paráclito bien actualizar la Obra redentora de Jesús, actualizándola, haciéndola
presente en nuestra vida para que entremos en la Pascua de Jesús y participemos
de su muerte y resurrección, recibamos vida eterna y recibamos Espíritu Santo
para que nos guié y nos haga discípulos de Jesús (Lc 9, 23) Y recibamos del
mismo Jesús, participar de su Misión, todo gracias a la acción del Espíritu
Santo, que viene de la Nueva Alianza, sellada con la muerte y resurrección de
Cristo Jesús. A sí lo entendió san Pablo al decirnos: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y
se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el
baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí
mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e
inmaculada." (Ef 5, 25- 27)
Lo
que se nos pide es ser dóciles al Espíritu Santo para que seamos fieles
administradores de la multiforme gracia de Dios. (cf 1 Cor 4, 1) Fieles a la
unidad en la fe, al conocimiento de Dios y a la expresión más grande del amor a
Cristo crucificado (cf Ef 4, 13) Lo anterior implica guardar los Mandamientos
de la ley de Dios, guardar las Palabras de Jesús y practicar sus virtudes
cristianas. Entonces estaremos en amistad con Cristo. Amistad es amar; amigo es
amado y amiga es amada. “Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les digo”
(Jn 15, 13) El amigo se convierte por la acción del Espíritu en un testigo vivo
del Señor Jesús (cf Hch 1, 8) Y Jesús responde con amor a sus amigos, los escucha,
los defiende, los enseña y los atiende. Y los amigos entienden a su Amigo y
Maestro: “Qué se haga tu voluntad y no
la mía” “Si tú quieres Señor, y no lo que yo quiera.”
Lo que realmente
implica para que nuestra oración sea escuchada y respondida: "«No todo el que me diga: "Señor, Señor,
entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre
celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en
tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos
milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de
mí, agentes de iniquidad!" Así pues, todo el que oiga estas palabras mías
y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre
roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y
embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada
sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica,
será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia,
vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y
cayó, y fue grande su ruina.»" (Mt 7, 21- 27).
Hagamos de la Palabra de Dios la Norma para nuestra vida. Oración y Palabra nos llenan de Cristo y nos revisten de él.
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